Foto: Marinela Mata |
Mezcla de verdes intensos y vapor de rocío recién abandonan un entreverado de regias y minúsculas lanzas… Por ley natural sé que emergen, pero para mí danzan en vaivén adheridas al cimiento vestido y descubierto que me recibe una vez despierta la mañana. Me premia… purifica mi espíritu y, uno a uno, cada elemento de mi ser.
El milagro de la vida permite que en solo minutos la energía hierva a pulso acelerado. Transpira conmigo, se convierte en mi abrigo, me acompaña y me hace fuerte… como diría un trovador… ¡nada se pierde, todo se transforma!
En perfecta alineación traumatológica, cada sección de mi armadura se engrana y alinea con noble simbiosis espiritual. Me crezco y me hago grande… en armonía con los dedos ansiosos que se alzan luz a luz desde cada pulmón vegetal, uno a uno enraizado en la senda que desgasto con mis pasos apresurados, siempre en franca voluntad.
Mi aliento y el itinerario: combinación perfecta que da término a un arco iris de sentidos, completo gracias a la maravillosa integración de las cinco señales de vida, mi razón y mi pasión… que crece con cada aroma percibido y aumenta en compañía de siete tipos de cantares que incorporan en su vuelo el espacio aéreo forjado… su sonido me transporta en los pocos segundos sin vista y con guía divina, a la Plaza Bolívar de Pedro González, noble pueblo en Margarita en el que recibió vida mi padre.
Es así como, desde hace rato en mi existencia, he revelado a mis seres queridos la pasión por esta colina coronada por más de una docena de grandes rocas, rodeadas de la senda trazada por su creador y marcada por rastros de muchos que reconocen el letrero que anuncia su nombre: Parque Las Rocas, Los Samanes, Municipio Baruta.
Foto: Marinela Mata
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