lunes, 20 de septiembre de 2010

Neón (unos fragmentos que nos regala Yurimia Boscán)

Foto: Argenis Bellizzio


AL BAJAR DEL AUTOBÚS
La calle se detiene lenta sobre mis ojos. Termino cabezabaja (tal vez la alcantarilla esté abierta). Cuento transeúntes al azar. Cualquiera puede abrazar el sexo abaratado, o atar su sed a un bar oscuro. La ciudad se eleva en el color naranja de las orillas. Allí está la otra parte. Y nadie duerme. Simulan vivir entre la dignidad y la carencia. La ciudad, mientras más alta, más hondo nos socava.

ESTACIÓN CAPITOLIO
Dentro del edificio la gente corre de prisa entre respiraciones. La boca del metro espera pálida y mortal (pena de mí, soy como todos).

ESTACIÓN BELLAS ARTES
Cobijada de esculturas pretendí reconciliarme. Paseé por árboles e insectos, museos y parques, plazas, buñuelos y polvorosas. Hice del humo oxígeno. No leí la prensa. Me convertí en hormiga, en jardín, en sombra y chaguaramo. En pleno centro. Calle, calleja, callejón. La vida en su pasa y pasa nada termina por resolver. La noche retorna a embombillarse la cobija. Y de nuevo el murmullo apareado de sílabas perdidas desconjura tu nombre.

ODEÓN
La música sirve de telón, afloja la calma. Bajo sus luces de neón, pies al ritmo, cuerpos al son. Mi bohemia. Tu sudor. La gente está en calma. Las penas se van con los atareados días de diciembre (quizás vuelvan). Casi muerta los miro desde la extraña ventana compañera. En silencio, en El Silencio.
De esta ciudad cíclope soy. Urbana contradicción en tránsito. Andante, melancolía sudorosa.
A esta ciudad me inmolo, serena, turbia, casi humana.
Cargo la neblina a cuestas (mi casa de las Colinas) y tengo de pasamanos vacío de carretera que lleva y trae.
Caracas: para habitar en ti hay que inventar antídotos para la muerte ¿O para la vida?

Foto: Argenis Bellizio